todos tenemos dudas, millones de dudas... son parte discreta de nuestra existencia, que aunque ignoremos o guardemos en cosas que sostienen a las dudas un par de días más de lo estimado, siempre son dudas... dudas enlatadas, dudas con ropa interior, dudas profilácticas e incluso dudas matemáticas...
además, las dudas tienen la capacidad de reproducirse en cuanto uno siente que son resueltas, una duda deja de ser duda para transformarse en más de una duda...
recién compré una lata de atún que ya estaba vencida, pero sin que halla afectado mi autoestima, existen dudas sobre si en su contenido pueda haber delfín, tiburón o ballena... o cualquier otro adversario de la conquista marítima del hambre humana...
yo beso, tu besas, se besa, y a mi me encanta cuando las dudas se humedecen y resbalan por tus piernas de mujer hipotética, que sustenta la teoría de mis futuras casualidades... humedales, fantasías y dudas sesgadas por más dudas...
lo anterior es un indicador insoluble y típico, siendo una variante de la casualidad... y la casualidad, un concepto que aplicándose a si mismo es contradictorio...
dada mi estupidez de hoy y lo que implican las acciones que tomo día con día y además que, con cada acción uno puede pretender que existen una serie de decisiones antes, entonces es vulgarmente lógico creer que mi vida es un anagrama... y este texto redundante...
es tristeza: la lógica tiene fama de oponerse a los impulsos de nuestras esquinas placenteras, o bien, nuestras dudas más húmedas...