miércoles, 11 de noviembre de 2009

de niño lo que no existe, existe de una manera diferente


recuerdo cuando a mis 13 años fui a la iglesia del pueblo, me senté, miré al cristo crucificado y le lancé un par de reclamos... más que decirlo, lo miré con el resentimiento de las galaxias que mi madre me dijo que tenían mis ojos... una galaxia en cada uno...

yo empecé en un bosque a caminar cuando enloquecí por necesitar algo que no voy a poder tener...

de niño discutí con mi abuela, muchas veces... yo le decía que era una tontera que no pudiera reclamarle a dios, y que también era una tontera pensar que todo es una prueba de él... ¿una prueba para qué? donde está si no se ve?

claro, tenía mis razones, yo odiaba a mi padre y amaba a mi madre... y entonces corría donde mi abuela y ella decía que le pidiera a dios, me abrazaba y era cálida, pero tonta ¡que tonta mi abuela! ¡que tonta confiar en dios!...

para él era tan fácil ayudarme, yo era un niño sin pecados que desde los 10 años le rezaba, pero nunca nada...

creer en lo que no se ve es una cosa, otra es que te toque respetar algo que no se ve y que además tiene tu vida en las manos...

aprendí a decir muchas mentiras a cualquier criatura celestial que bajara por plegarias; que no existan abre un hermoso punto poético para la existencia de todos...

a mis 13 años, luego de lanzarle improperios a dios en aquella ocasión, en la iglesia de pueblo, mientras un tipo con una escoba me notaba, yo sentado al frente, mirando el cristo... esa vez le dije, que él no me importaba, que no lo apreciaba, que ya no lo necesitaba, no te quiero cerca, que mi madre y yo podíamos solos con todo...