viernes, 9 de mayo de 2008

(no quiero ser un título)

Esta es la historia de una frambuesa que se quejaba de la vida. Se quejaba porque cuando recogía flores de alguna pradera tenía que dejar de existir porque el hecho de que una frambuesa recoja flores de alguna pradera simplemente no puede ser posible, al igual que la totalidad de sus actividades.

La frambuesa muere en cierta ocasión, en la que fue imposible que una vaca le mordiera toda la humanidad. Siendo su última queja alguna tontería y permitiendo que esta historia o cuento trascienda a una nueva introducción.

Esta es la historia de un niño que tenía la capacidad de creer en gigantes enormes que fruncían el ceño cuando comían bosques de países sencillos en los que no existen los meridianos o paralelos. Situación por supuesto, que perjudicó a quienes corren porque quieren disfrutar algo después y no en el momento. Quienes luego llegan y siguen corriendo porque quieren disfrutar algo después y no en el momento.

Poco tiempo antes de morir, la frambuesa le escribió una carta al niño de los gigantes:

—Querido niño, soy una frambuesa.

A lo que el niño responde:

—Querida frambuesa, soy un niño, y me atrevo a confesarle que nunca aprendí a escribir.